jueves, 5 de marzo de 2009

La biblioteca de Cortázar. 25 aniversario de su muerte

Libros dedicados por Pablo Neruda, una edición en japonés de "Rayuela", una colección de novelas de vampiros y discos visuales de Octavio Paz forman parte de la colección de Julio Cortázar, de cuyo fallecimiento se cumplen ahora 25 años y cuyo legado bibliográfico se encuentra en Madrid.

Descubrir a un escritor como Cortázar a través de sus lecturas, de sus obras de referencia, de sus anotaciones y de sus subrayados es un trabajo apasionante que la Fundación Juan March de Madrid permite a través de la biblioteca del escritor, donada por su viuda y albacea Aurora Bernárdez en 1993. "Es una manera de investigar su personalidad. Qué le interesaba a Cortázar. Se hacen al muchas tesis sobre Cortázar y a menudo recibimos a estudiantes que buscan aquí una de las pistas fundamentales para entenderle", explicó a Efe Paz Fernández, directora de las bibliotecas de la fundación.

La de Cortázar recoge los libros que el autor de "Bestiario" tenía en la casa donde murió el 12 de febrero de 1984 en París, donde se acumulaban los innumerables referentes que forjaron una sensibilidad y una morfología literaria únicas. Con sus más de 4.300 piezas -entre libros y revistas-, esta biblioteca, que se esconde en los fondos de la fundación, es una aventura salteada similar a la que el escritor -nacido en Bruselas en 1914 de padres argentinos y nacionalizado francés en 1981- propuso en su celebrada "Rayuela".

Se puede leer de seguido por orden alfabético desde el "Amadís de Gaula" hasta el "Ulises", de James Joyce. O se pueden rastrear las pasiones del genio, atento a la imagen -con libros de arte y cine, con mención para Groucho Marx-, la espiritualidad -varios Nuevos Testamentos, estudios sobre los vedas y el budismo-, la música -fanático del jazz- y la sexualidad -con textos de Sade. Existe un recorrido marcado para el coleccionista: los lúdicos discos visuales de Octavio Paz, que giran y desvelan nuevas rimas; una edición curva de "Vrindaban", del mismo autor; "Cartas de un joven escritor", de Ernesto Sábato, con hojas de cartón grueso y envuelto en tela de saco, o la infinita combinación de versos sueltos de Raymond Queneau en "Cien mil millones de poemas".

Se puede seguir, si no, al lector minucioso que repasaba y desgastaba sus libros favoritos, los completaba y los desafiaba. "¡Qué vulnerable es uno al despertar de esos sueños cuya apoteosis es la muerte!", subrayó en una edición de 1933 de "Opio", el libro de Jean Cocteau que marcaría su manera de escribir. "Y mordí duramente la verdad del amor para / que no pasara, / y palpitara fija / en la memoria de alguien / amante, dios o la muerte en su día", destacaba en "La realidad y el deseo", de Luis Cernuda.

Uno puede detenerse también en la casilla del Cortázar más liviano. El que guarda una preciosa y antiquísima edición de "20.000 leguas de viaje submarino", de su admirado Julio Verne, al que descubrió de niño y al que homenajeó en su ensayo "La vuelta el día en ochenta mundos". Las aventuras -con varias ediciones de "Robinson Crusoe" y un ejemplar de "El señor de los anillos"- y el género de novela de vampiros, casi todas ellas en edición de bolsillo de la editorial Penguin, tienen una sorprendente presencia en su biblioteca.

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